Jaume Gabriel Bisbal / Joan Gabriel Bisbal
Publicat a El Periódico, 22 de març 2020
Soy funerario desde hace 20 años, la mitad de los que lleva mi hermano en el oficio. Ambos somos hijos de Josep Gabriel, el ‘enterramorts’ o enterrador de Igualada (así se llamaba antes), quien comenzó en estas labores cuando tenía 16 años.
Siempre he querido ver mi trabajo desde el punto de vista más humano. La empatía, el respeto, la comprensión… son valores imprescindibles para sobrevivir día a día a la muerte. Entender el dolor de cada familia, acompañándolas y cuidándolas en estos momentos de duelo, poniéndonos en el lugar de cada uno de ellos, detectando, entendiendo y resolviendo sus necesidades. Esta conjunción, es nuestro objetivo.
No poder daros un golpecillo en el hombro o un apretón de manos, nos hace sentir impotentes”
“Estos días seremos una pequeña parte de la familia y en nombre de ellos despediremos a vuestros fallecidos”
Pero en estos días, en que nos vemos golpeados por el covid-19, y con más contundencia en nuestra ciudad, Igualada, y en las poblaciones vecinas de Santa Margarida de Montbui, Vilanova del Camí y Òdena, todo es diferente en nuestro trabajo y eso nos crea impotencia. El hecho de no poder estar al lado de las familias, no tener ese pequeño contacto físico que a veces es reconfortante, aquel pequeño toque en el hombro o simplemente el apretón de manos, nos hace sentir impotentes.
La entereza de los familiares
Estos días estamos haciendo todos los trámites mediante la aplicación de Whatsapp. ‘Abrimos’ a los familiares e intentamos estar al otro lado de la manera más sensible y respetuosa. La inquietud, la preocupación, la incertidumbre, el miedo… hacen que estos contactos tengan un punto de inicio, pero ahora mismo no tienen final.
La interacción con los familiares dura más allá de lo que normalmente es habitual y, en este sentido, tratamos de paliar la distancia con ellos. Intentamos poner al alcance de los familiares todo lo que nos piden, aliándonos con las nuevas tecnologías y utilizándolas hasta donde llegamos.
Todos los trámites son diferentes y únicos, pero todos tienen un denominador común: el talante de las familias. Es impresionante ver la entereza de los familiares que acaban de perder al ser querido, cómo entienden lo que está pasando y las facilidades que nos regalan. Es una contrariedad cuando alguien te acaba diciendo: “Rezaremos por vosotros”, “Tranquilos, que vamos a salir” o un simplemente “Gracias por todo”… Se nos eriza la piel cuando son ellos los que parece que nos dan muestras de condolencia. Qué paradoja más surrealista.
La muerte es fría, caprichosa, injusta y ahora mismo, vírica. Ahora más que nunca, ‘abriremos’ a las familias para estar allí mientras nos necesiten y no los ‘cerraremos’ hasta que ellos lo crean oportuno. Ahora más que nunca, seremos una pequeña parte de la familia y en nombre de ellos despediremos a los fallecidos.
Los hijos, del ‘enterramorts d’Igualada’ y los trabajadores de Funeraria Anoia, ahora más que nunca estaremos a lo que haga falta.